Eran las 7:30 a.m. de un domingo, me preparaba para asistir al culto y en eso sonó el teléfono, era una voz femenina, vacilante, tensa que preguntaba por el Pastor Ernesto.
Obviamente no me conocía, le conteste que era yo y en podría servirle. Su historia, que resumiré, era como muchas otras que había oído “Mi esposo me maltrata, mis hijos sufren, no se qué hacer”, concretamos una cita a fin de darle el apoyo pastoral.
Vivimos en una sociedad que duda cabe, que ha hecho de la mujer un objeto sin más valor que la belleza y el placer que pueda brindar. Tan arraigada esta actitud que incluso las mismas mujeres se aprecian por estos mismos valores, sin embargo sabemos cuan y efímera resulta basarnos en ellas.
Sabina (que se llamaremos a la mujer) cuando estuvo frente a mí, relato llorando que sentía un gran vacío como mujer, ¿en que había fallado? Se preguntaba. Su esposo la menospreciaba y le hacía ver lo poco que era y significaba en su vida. Ella sin decírmelo, pensaba lo mismo, era nadie su fracaso como mujer le mostraba esa realidad.
Miles de mujeres como Sabina cada día enfrentaba la violencia de ser ninguneada, de ser tenida en menos, por aquellos que debería tenerlas en honor (1ra. De Pedro 3:7) nuestra legislación, una de las más avanzadas en el tema de violencia familiar, considera como delito la agresión psicológica (Ley 26260)
La Biblia es clara con respecto a la naturaleza, condición y posición de la mujer. Ella a igual que el varón, fue a la imagen y semejanza del Dios Creador ( Gn. 1:28-27), en tal sentido su dignidad y valor es idéntica al varón. Si bien en cuanto a la función de ambos existe diferencias por la constitución física y el orden dentro del matrimonio (Ef. 5:22-24) esto no significa un menoscabo en su valor con respecto al varón.
La mujer, y en especial la mujer cristiana, debe reconocer que Dios la hizo conforme a su propia imagen y por lo tanto es ella la misma quien tiene que aprender a reconocer y valorar la imagen que Dios posee. Es por eso que desde niñas inculquemos la importancia de ser mujer, basándonos en el acto maravilloso de quien lo hizo.
Ps. Ernesto Gómez Herrera.